Cine en palabras

Sinopsis:

Años después de la muerte de César, la tribu de Noa es atacada por un grupo de simios que obedecen las órdenes de alguien que se hace llamar Proximus Caesar.

Si hiciéramos una lista de las sagas con más películas, El planeta de los simios sería una de las primeras en llegar a la mente. Lo que comenzó en 1968 bajo la dirección de Franklin J. Schanffner continúa en 2024 con la llegada de El planeta de los simios: Un nuevo reino.

Después del final de El planeta de los simios: La guerra, era fácil pensar que ya no había más que contar. Los humanos se peleaban entre sí debido a sus diferencias, los simios tenían un nuevo lugar donde vivir a pesar de todos los obstáculos que enfrentaron para conseguirlo, y había por lo menos una humana que convivía en paz con los primates. Sin embargo, la nueva entrega de esta saga demuestra que en realidad aún hay mucho que contar, pues las consecuencias de los eventos ocurridos desde El planeta de los simios: (R)evolución, escalaron a un nuevo nivel.

¿Con qué nos encontramos en esta cinta?

Si vamos de lo general a lo particular, lo primero que hay que mencionar es que el ritmo de esta historia es un tanto intermitente. Así como hay escenas altamente emocionantes también existen aquellas que se sienten lentas o demasiado largas. Esto resulta ser un defecto menor una vez que contemplamos el producto en su totalidad, pues gracias a que la cinta se toma su tiempo en presentar con cierto detalle a los personajes principales y secundarios, así como los escenarios donde se desarrollan los eventos, es que uno como audiencia puede conectar con lo que está pasando en pantalla.

Esta conexión no sería posible si la historia no contara con buenos personajes, tanto héroes como antagonistas, que tienen una forma de ver el mundo según las influencias y los eventos que los rodearon, creando así momentos de gran tensión por los choques ideológicos que existen. En este sentido se pueden observar dos cosas: la primera es que nuevamente tenemos un antagonista que no solo es malo porque quiere, sino que busca cumplir con ciertos objetivos a partir de métodos equivocados y siguiendo algunas ideas que ya venían manejándose en las tres películas anteriores. Lo segundo que notamos es que el protagonista tiene un buen desarrollo de personaje conforme comienza a experimentar el nuevo mundo en el que se ve obligado a vivir, conociendo así nuevas ideas que le ayudan a fortalecer su criterio acerca de la relación entre simios y humanos.

Por supuesto, estos personajes y otros muchos que protagonizan esta secuela, no serían tan memorables o icónicos de no ser por los actores que les dan vida. Es así como el elenco adquiere un peso importante para terminar de vendernos la continuación de esta historia, pues los buenos efectos especiales y el maquillaje utilizados para convertir a un grupo de humanos en una manada de simios no son suficientes para terminar de meternos en una historia protagonizada por estos animales. La manera en que los actores se mueven por los escenarios, su forma de comunicarse con sus compañeros y el uso de juego de voces, es lo que le da el toque final a la creación de personajes.

Solo falta un elemento a considerar. Si bien esta cinta hace un buen trabajo en el guion, en los personajes, las actuaciones y el departamento de efectos visuales y maquillaje, las composiciones musicales de John Paesano terminan por meternos de lleno a esta historia. Gracias a su música, es más fácil centrarse en lo que está pasando en la pantalla y conectar con las emociones que sus protagonistas transmiten, así como con el ambiente selvático y lleno de peligros en el que transcurre todo.

Lo anterior dicho crea una trama llena de momentos emocionantes, emotivos, sorpresivos y llenos de acción, los cuales nos guían a un desenlace que confirma que aún hay cuestiones dignas de explorar acerca de esta historia, sobre todo porque las ideas que representan los personajes dan paso a importantes dilemas que, sin duda, serán explotados en futuras entregas.